Resumen:
Las lengüas no son identidades congeladas fijadas de una vez para siempre, sino organismos vivos que crecen sin cesar, renovando y aumentando su vocabulario, ya por la admisión de neologismos útiles, ya por la ampliación de sus acepciones. En un mundo en que el aislamiento es cada vez más menos posible, en que el intercambio cultural puede ser enriquecedor, y en que asimismo el avance de la tecnología produce nuevos medios y formas de vida, una lengua viva no puede permanecer estacionaria, encerrada en los límites del habla clásica o tradicional. Como todo ser vivo, una lengua crece por desarrollo propio, no sólo produciendo nuevos vocablos de acuerdo con su idiosincrasia sino remozando algunos de los caídos en desuso.