Resumen:
La salvaguarda de los asentamientos humanos, áreas productivas y medio ambiente frente a desastres ha cobrado especial relevancia en las últimas décadas debido a la notable tendencia de crecimiento tanto en magnitud como en frecuencia de los daños asociados a los desastres. Esta tendencia es usualmente explicada por dos causas fundamentales; la primera es el exorbitado crecimiento demográfico, que ocasiona un aumento en la población expuesta al riesgo, y por tanto un incremento en los daños ante el mismo evento, y la segunda a su concentración en grandes urbes; con el consecuente aumento en complejidad de los servicios urbanos tradicionalmente insuficientes para atender la demanda, los que amplían el efecto dañino de los desastres al desamparar a la población por su interrupción.
Adicionalmente, la marginación de grandes núcleos de población en los países en vías de desarrollo, los coloca en una situación de alta propensión a desastres, sino es que en este estado de forma permanente.
Consecuentemente, es necesario considerar a la vulnerabilidad de la población como la causa real de los desastres, ya que si bien un estado de daños puede ser provocado por un fenómeno natural (por ejemplo, un sismo), los asentamientos humanos lo sufrirán menos si estuvieran preparados para resistirlo.
Debido a que a la Ciudad de México le aquejan diferentes tipos de riesgos, La Dirección General de Protección Civil del Distrito Federal, vio la necesidad de establecer un programa para la detección de inmuebles susceptibles de ser habilitados como refugio temporal en caso de emergencia, siniestro o desastre.
La planificación de estas actividades y su adaptación a las condiciones cambiantes, tanto de los asentamientos humanos como del medio ambiente, requiere pronósticos confiables sobre los daños probables causados por la ocurrencia de las calamidades.
La elaboración de estos pronósticos es una tarea que ha sido enfrentada por la mayoría de las monodisciplinas relacionadas con fenómenos destructivos (por ejemplo, sismología, hidrología, vulcanología, meteorología), sin embargo, en términos generales, los métodos desarrollados son para realizar pronósticos concretos en el área, lo que complica su uso en la práctica para resolver los problemas ocasionados por desastres.
Adicionalmente, la falta de un marco conceptual general y una terminología unificada redunda en procedimientos y resultados no coherentes ni compatibles, lo que dificulta aún más la comprensión y transferencia de conocimientos entre áreas monodisciplinarias tradicionalmente desligadas.