Resumen:
En la sociedad en la que vivimos, todo se transforma rápidamente. El entorno evoluciona constantemente y todo lo que hoy es nuevo, mañana probablemente haya envejecido. (“La excelencia de hoy, es la mediocridad de mañana” Tom Lambert). El entorno institucional, se ve sujeto a cambios internos y externos, esto como resultado de una economía abierta, y de los avances tecnológicos en los que nos hemos visto inmersos en los siglos XX y XXI.
El directivo del S. XXI deberá ser el responsable de promover el cambio en su organización o unidad de negocio de la que sea responsable. Tiene como reto personal desarrollar las siguientes capacidades:
-La de percibir el cambio y prepararse para el mismo;
-Tener una visión clara de lo que pretende lograr y los objetivos a conseguir;
-Ha de ser proactivo y anticiparse a los cambios del entorno y del sector o mercado concreto al que pertenezca;
-Tener autoridad y poder de persuasión para influir en los demás y poder dirigirles en una dirección u otra; y
-Realizar una labor de seguimiento y supervisión, con el fin de desarrollar las potencialidades de cada miembro del equipo del cual es responsable.
El éxito institucional viene determinado además de una buena gestión financiera y económica, por una gestión adecuada de los recursos humanos o de personas que trabajan en ella. Dirigir una institución, es más bien la acción de “crear” y de “saber canalizar” los cambios que vamos teniendo, con los recursos que disponemos, y que conocemos, mediante el cual es posible favorecer determinadas competencias como son la iniciativa, la autonomía, la responsabilidad, la capacidad de tomar decisiones, y la facilidad de relación o de trabajo en equipo. Por lo tanto, el enfoque en la administración de los Recursos Humanos en las instituciones ha ido cambiando en este último siglo de una forma significativa.